Casi sin darnos cuenta, han pasado más de cincuenta días de confinamiento conviviendo con el teletrabajo en España.

Una ocasión para “soltar” lo viejo y caduco y “abrazar” lo nuevo y desafiante.

No lo hemos planificado, no lo hemos elegido, tan solo lo hemos acogido y aceptado, tratando de que nos descubra una nueva versión de nosotros mismos más humana, más generosa, más empática y compasiva.

Estamos de nuevo ante un salto evolutivo que posiciona en el centro un liderazgo ejercido desde la confianza, la ejemplaridad y la humildad, como valores que hacen la diferencia y que, entre otros factores, son responsables del nivel de engagement en los equipos.

Y son estas coordenadas las que forman parte de la nueva carta de navegación del liderazgo humanista, ese liderazgo al servicio del equipo, el liderazgo centrado en aportar valor a los demás porque encuentra su sentido y razón de ser facilitando, empoderando y ayudando a ser mejores personas hacia un propósito compartido.

Según Gallup, solo el 13% de los trabajadores en todo el mundo se siente altamente comprometido, un 63% siente indiferencia y el 24% está activamente desmotivado. En España, un 79% de la población trabajadora se muestra indiferente, y solo un 6% se siente altamente comprometido.

Sin embargo, analizando los datos de empresas Great Place to Work, el 70% de los trabajadores que pertenecen a ellas se siente altamente comprometido. Por lo tanto, nos encontramos ante un gran desafío que nos demuestra que liderar desde la confianza es el motor del engagement y, por lo tanto, el eje del proceso de transformación hacia el que han de dirigir los esfuerzos las compañías que anhelan equipos comprometidos.

teletrabajo

Si pensamos en el teletrabajo, las organizaciones han avanzado en dos meses el proceso de cinco años, produciendo un salto cualitativo en productividad y en calidad de vida, derivada de los beneficios de la flexibilidad horaria, la conciliación familiar y la satisfacción emocional de ser tratados como seres responsables que se autogestionan, apelando a nuestra responsabilidad personal.

Las organizaciones han avanzado en dos meses el proceso de cinco años.

Los datos de productividad y presentismo en España, comparativamente con la media de la Unión Europea, nos sitúan diez puntos por debajo (7% en España frente al 17% de media), según la OIT. Solo una semana después de la orden de confinamiento, más del 32% de la población con empleo declaró estar teletrabajando.

Aunque esta “nueva forma de trabajar” estaba en la hoja de ruta de múltiples organizaciones para ser implantada en el medio plazo, teniendo en cuenta que, en transformación digital, nuestro país se sitúa por detrás de otros países europeos (según el Barómetro 2018 sobre la Madurez Digital en España, nos situamos entre el puesto 14 –Digital Economy and Society Index 2017– y el 17 –Global Connectivity Index–, teniendo que mejorar en modelo de negocio y organización, datos y tecnología, capacidades y cultura digital), llegó a nuestras vidas y hemos respondido al reto de un día para otro, de forma radical, sin planificación previa, sin grupos de estudio de viabilidad, sin análisis de costes ni estudios de satisfacción o acogida de la plantilla…

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